jueves, 24 de septiembre de 2015

PATRIA Y FAMILIA


Me paso el día matando clichés. Es un deporte en el que me inició mi padre desde muy pequeña. Cuando el señor Vélez escuchaba a un español decir "malditos gabachos" (muchos españoles tienen la puñetera manía de meterse con los franceses) él sacaba a pasear el anecdotario. Ponía de ejemplo lo de aquella vez, allá por el 73, en que muy perdidos le pidieron direcciones a una pareja cerca de Tours y estos franceses, amabilísimos, les hicieron seguirles durante una hora desviándose de su camino. Después de esta anécdota, mi madre le quitaba la palabra -todas las familias tienen estas continuidades- y nos contaba lo de esa otra ocasión en París, el día en que desayunaron con el titular de Le Monde "Franco est mort". Al parecer, salieron a pasear y se encontraron con una manifestación en los Campos Elíseos en favor de la democracia española. Mi madre, llena de emoción por el gesto francés, se tuvo que sentar en la acera a llorar.
Cuando un madridista (mi padre era muy forofo del Madrid y del fútbol en todas sus versiones y divisiones) se alegraba de que el Barça perdiese y cayera eliminado en competición europea, mi padre se cogía tremendo cabreo. No soportaba el cerrilismo. Era un hombre del deporte. Aficionado a todos los deportes. Campeón de natación allá por el año 50. Hijo de nadador, hermano de nadadores, padre de nadadores. El divertido pater familias de casa, en su amor por todos los deportes y sobre todo por el fútbol, soñaba con finales de Eurocopa entre los mejores equipos españoles. "¿Qué clase de tonto-bobo aficionado a un deporte se alegra de que un equipo de su propio país caiga eliminado?", decía con una mezcla de simple sentido común y apasionado orgullo patrio. Él siempre fue un amante de la cultura catalana, de la cultura francesa, de la cultura gallega, de la cultura castellana y de la cultura italiana, y lo habría sido de la rumana si alguna vez hubiese visitado Rumanía porque como buen hombre de letras, se sentía unido etimológicamente a todos los ciudadanos romances. Mi padre me explicaba siempre la raíz de cada palabra. No es de extrañar. La única lengua "extranjera" que dominaba mi padre y que había estudiado en profundidad, era el latín. El griego, decía, se le había olvidado, pero el latín no lo olvida un poeta y ya de niño declinaba la palabra "patria" divinamente. Mi padre tenía tantas visiones de una sola palabra, por ejemplo "patria", porque había estudiado en un seminario y era ateo y había jugado al fútbol con otros niños del internado, en la playa de Comillas, vestido con sotana. Sí, con sotana. Los niños internos en el seminario vestían sotana de cura, como sacados de una película de Louis Malle y daban patadas al balón arremangándose las faldas. ¿Cómo se puede ser del Madrid y odiar al Barça o cualquier otro equipo o cualquier cosa después de eso? Así que ya digo, yo desde pequeña vengo matando clichés por pura herencia  de padre, porque copiamos el ejemplo, porque lo asumimos, porque interiorizamos el antídoto al prejuicio. El mérito no es mío, es de mi padre que siempre me dijo: cliché-malo, pensamiento poliédrico-bueno. Más sentido común. Necesitamos demoledor, simple, sentido común. Ahora hay españoles catalanes que se quejan de que los hemos maltratado y hay españoles de otras provincias que se ofenden muchísimo y que dicen que de eso nanai, que los hemos querido como hermanos. Luego están los españoles despreciativos, cansados, con miedo, que dicen: "que se vayan de una vez, que me tienen harto" (estos últimos son los que dejan de hablarse con su hermano, se juntan con él a cenar en Navidad y acaba la fiesta a puñetazos). Y luego estoy yo, y muchísima gente como yo, porque digo yo que habrá muchos como yo. No tengo la arrogancia de creerme única y habrá más hijos de niños que jugaron al fútbol en el año 1941 en la playa de Comillas vestidos con sotana... o similar. La gente que como yo pensamos que ya está bien de verdades a medias, de demagogia, de clichés porque el ambiente está contaminado.
Hace año y medio, cambié a mis hijos de colegio. Lo veía muy lleno de clichés. Los padres se ofendían por juegos inocentes tomando la parte por el todo, la inteligencia y la diferencia no eran bien recibidas, la ñoñería campaba a sus anchas, los niños volvían a casa preguntándome si su padre muerto estaba sentado en una nube, en fin, no entraré en más detalles. La cosa es que los cambié. Richard tenía 4 años y se quedó conmigo en una salita del colegio, esperando mientras rellenaban unos papeles. En la pared había un mapa político de España y sucedió esto:
-¿Qué es eso, mamá?
-Un mapa de todas las provincias de España y sus comunidades autónomas. Se llama mapa político porque vienen los nombres de todas las regiones, ¿ves? Ahí está Galicia, Ahí está Andalucía, esta de aquí es Cataluña...
El niño miró muy indignado y replicó:
-¿Cataluña? ¿Cataluña? ¡A mí no me gusta Cataluña!
Quedé muda. Sobrecogida. ¿Toda la vida matando clichés para esto?
Sabemos cual es el debate. Los votantes saben bien lo que van a votar. Se han dicho cosas desde casi todos los ángulos. Han hablado los catalanes que se siente españoles, los catalanes que jamás se sintieron españoles, los españoles que viven en Cataluña, los españoles que niegan que nunca se les haya maltratado, los historiadores catalanes, los escritores catalanes que escriben en castellano y los escritores que se ven forzados a escribir aunque no quieran. Lo que no he oído todavía es a ningún castellano, madrileño o andaluz o español de Cataluña para acá, decir que el prejuicio contra los catalanes es una realidad nacional, como lo ha sido siempre el prejuicio contra los andaluces, los vascos, los gallegos, los madrileños o el prejuicio de los de un pueblo contra el pueblo de al lado. Imagino ahora a otro niño mirando el mapa en algún colegio catalán. Lo veo preguntando lo mismo que preguntó el mío y su padre diciendo, esto es un mapa, aquí está Cataluña y esta parte es España. Imagino a ese niño diciendo con total inocencia: "¿España, España? A mí no me gusta España." Y no, yo no me paso el día matando clichés para esto... Y sin embargo... orgullo patrio. ¿Es un cliché el orgullo patrio? A veces se despierta el orgullo patrio y me pongo furibunda, como se ponía mi padre. Luego me calmo y cuando el mal se me pasa, no veo la patria en un país, la veo en su etimología.  Me convierto en mi propio padre. Soy la mater familias. Incluso escucho otra conversación infantil:
-Mamá, ¿qué significa "madre patria"?
-Es una expresión coloquial para hablar de la patria. El lugar en el que hemos nacido o al que nos sentimos vinculados por cercanía, cultura o familia. Viene de pater. Padre en latín. De ahí que en otros idiomas se diga father, padre, pai, pare, père...
-¿Entonces, patria significa "padre"?
-No para todo el mundo. Pero para mi... creo que sí.
-Mamá, pues si patria significa padre, la madre patria debería de significar "familia" en latín.