Veo en las redes un artículillo de opinión muy corto que pública El País, sobre una nueva reclamación, a la contra de libros y modas, la de ser una madre de baja intensidad. El texto es una reacción al libro "Hiperpadres" y refleja la voz-protesta, de una mujer que afirma que ya está bien de ser una madre sin gran entusiasmo por la maternidad. Ella, ejerciendo su derecho a ser como le dé la gana, reclama respeto por ser, en contra de lo que dice la sociedad y el tal libro, "hipomadre", o lo que toda la vida se ha llamado: una madre despegada o poco cariñosa, sin que le den el coñazo. A mí reclamar esto me parece genial, igual que reclamar lo contrario porque yo tampoco soporto el contexto que lleva a esta mujer a reaccionar. La verdad es que no me la creo mucho, a esta madre. Creo que solo existe para la ocasión del artículo y para llamar la atención sobre la densidad de libros sobre malas madres, buenos padres, padres al revés, madres-padres o hiperpadres. También me parece que se queda corta en su reclamación porque parte de falsas premisas, la de la maternidad en el vacío y sin contexto.
Yo voy a reclamar también unos cuantos hipos e hipers. Casi todo lo que se me dé de puta madre o no me motive o no me interese, o no tenga tiempo de hacer, o me parezca una gilipollez, o me apasione, como el fútbol o las matemáticas o llevar a mis hijos a esas demenciales extraescolares donde nadie les enseña nada, o pasar el mayor tiempo posible con ellos, van a dejar de ser "falta de tiempo" "poco interés" o "un coñazo sacacuartos" y para que suene bien en el ensayo que voy a escribir sobre la madre actual, como yo, me voy a autodenominar "hiponumérica", "hipofutbólica", "hiperocupada", "hipoextraescolárica" "hipermaternal", "hiperirreverente" y sobre todo, "hipotolerante". No con esta mujer del artículo, pobre, que no me creo ni que exista tal cual lo cuenta y que seguro que lo que está es tan harta como yo, sino con el periodismo o los libros que se la inventan a ella y que se inventan su contrario y que nos vuelven locos a los padres y crean clichés absurdos en las inocentes cabecitas de los que no son padres todavía. Esta madre es inventada y su testimonio, puro humo sin fuego para un articulillo de opinión. Lo que no es inventado es el tal libro "Hiperpadres", que debe de ser tela marinera.
La sociedad, que es muy meticona, mucho, nos acogota a todas, seamos hipo, seamos hiper, trabajemos muchas horas, trabajemos pocas, seamos madres o seamos padres y a mí, lo que me importa, es lo que va por dentro. La realidad que nos come. La sociedad es la que es, la pared de rebote de nuestras impotencias y es la sociedad la verdadera "mala madre" por abrumadora mayoría, porque en general, la sociedad no está dentro de nuestra casa y de nuestra idiosincrasia y no calla ni debajo del agua y pone listones imposibles. Una madre asfixiante será criticada por serlo, una madre que pasa de todo será objeto de comentarios, la ñoñería social nos acusará si somos muy liberales, sí somos muy rígidas, igual que un padre que no arrima el hombro también tendrá lo suyo hoy día, también. Dejen ustedes, señores que escriben libros con términos que suenan a enfermedad, de tratar de colarnos nuevas categorías de madre con pretensión de bestseller. La maternidad no es un complicado rompecabezas, tampoco es una condena, es lo que es, sin épica, sin importancia. Es una cosa milenaria que sucede por la pura fuerza de la gravedad, una mezcla de maravilla y hecatombe, recompensa emocional, esclavitud, liberación y cansancio, como la vida. Y sobre todo, dejen de hablar de "la maternidad" como si esto fuera una profesión exenta del otro factor inextricable: los hijos que tenemos. Dejen ya de sacar de la ecuación a los hijos, coño, porque parece que es que todos los niños son iguales y a todos hay que amamantarlos o dormirlos o educarlos o amarlos o empujarlos igual.
La maternidad no es como cada una quiera que sea, sino como las circunstancias quieren que sea, la combinación de problemas a resolver, el carácter de los hijos, la situación familiar. Los ejemplos que hemos vivido, sobre todo, marcan cada paso maternal que damos y la maternidad que funciona, de toda la vida, no es la que le funciona a las madres, ni la que le funciona a la sociedad, es la que le funciona a los hijos.
Yo nunca vi una madre que tenga hijos felices y que, sin embargo, sea infeliz o criticada por cómo hace las cosas. Tampoco vi una madre con hijos felices a la que le importe tres pitos lo que opine la sociedad.
Yo voy a reclamar también unos cuantos hipos e hipers. Casi todo lo que se me dé de puta madre o no me motive o no me interese, o no tenga tiempo de hacer, o me parezca una gilipollez, o me apasione, como el fútbol o las matemáticas o llevar a mis hijos a esas demenciales extraescolares donde nadie les enseña nada, o pasar el mayor tiempo posible con ellos, van a dejar de ser "falta de tiempo" "poco interés" o "un coñazo sacacuartos" y para que suene bien en el ensayo que voy a escribir sobre la madre actual, como yo, me voy a autodenominar "hiponumérica", "hipofutbólica", "hiperocupada", "hipoextraescolárica" "hipermaternal", "hiperirreverente" y sobre todo, "hipotolerante". No con esta mujer del artículo, pobre, que no me creo ni que exista tal cual lo cuenta y que seguro que lo que está es tan harta como yo, sino con el periodismo o los libros que se la inventan a ella y que se inventan su contrario y que nos vuelven locos a los padres y crean clichés absurdos en las inocentes cabecitas de los que no son padres todavía. Esta madre es inventada y su testimonio, puro humo sin fuego para un articulillo de opinión. Lo que no es inventado es el tal libro "Hiperpadres", que debe de ser tela marinera.
La sociedad, que es muy meticona, mucho, nos acogota a todas, seamos hipo, seamos hiper, trabajemos muchas horas, trabajemos pocas, seamos madres o seamos padres y a mí, lo que me importa, es lo que va por dentro. La realidad que nos come. La sociedad es la que es, la pared de rebote de nuestras impotencias y es la sociedad la verdadera "mala madre" por abrumadora mayoría, porque en general, la sociedad no está dentro de nuestra casa y de nuestra idiosincrasia y no calla ni debajo del agua y pone listones imposibles. Una madre asfixiante será criticada por serlo, una madre que pasa de todo será objeto de comentarios, la ñoñería social nos acusará si somos muy liberales, sí somos muy rígidas, igual que un padre que no arrima el hombro también tendrá lo suyo hoy día, también. Dejen ustedes, señores que escriben libros con términos que suenan a enfermedad, de tratar de colarnos nuevas categorías de madre con pretensión de bestseller. La maternidad no es un complicado rompecabezas, tampoco es una condena, es lo que es, sin épica, sin importancia. Es una cosa milenaria que sucede por la pura fuerza de la gravedad, una mezcla de maravilla y hecatombe, recompensa emocional, esclavitud, liberación y cansancio, como la vida. Y sobre todo, dejen de hablar de "la maternidad" como si esto fuera una profesión exenta del otro factor inextricable: los hijos que tenemos. Dejen ya de sacar de la ecuación a los hijos, coño, porque parece que es que todos los niños son iguales y a todos hay que amamantarlos o dormirlos o educarlos o amarlos o empujarlos igual.
La maternidad no es como cada una quiera que sea, sino como las circunstancias quieren que sea, la combinación de problemas a resolver, el carácter de los hijos, la situación familiar. Los ejemplos que hemos vivido, sobre todo, marcan cada paso maternal que damos y la maternidad que funciona, de toda la vida, no es la que le funciona a las madres, ni la que le funciona a la sociedad, es la que le funciona a los hijos.
Yo nunca vi una madre que tenga hijos felices y que, sin embargo, sea infeliz o criticada por cómo hace las cosas. Tampoco vi una madre con hijos felices a la que le importe tres pitos lo que opine la sociedad.